A pesar de lo que podamos pensar, el dolor tiene una función importante, ya que nos alerta de que algo ocurre en nuestro organismo. Lesiones, enfermedades, patologías, etc., se manifiestan en la mayoría de los casos, con dolores que advierten a nuestro cuerpo y que desencadenan un amplio abanico de respuestas.
Sin embargo, a pesar de estos componentes tan valiosos, si el dolor se convierte en crónico, o supera ciertos límites, se transforma en un elemento que dificulta en gran medida nuestra vida.
Es por esto que, cuando debemos tratar traumas físicos, debemos enfocarnos también en el aspecto psicológico, pues las emociones, nuestra percepción, están íntimamente ligados con el proceso de recuperación de lesiones o enfermedades.
¿Podemos llegar a comprender el dolor?
Existen diferentes modelos teóricos que tratan de comprender estas dinámicas. Uno de ellos es el modelo sensorial del dolor. Este argumenta que la intensidad del dolor es proporcional a la intensidad del estímulo que lo produce o a la gravedad de la patología subyacente.
Sin embargo, esto no es suficiente para explicar la experiencia del dolor, como ya puso de manifiesto en 1956 Beecher1 con sus aportaciones en relación a la II Guerra Mundial. Beecher describió que ante un traumatismo de similares características producido en soldados durante el combate o en personal civil en un accidente laboral, los soldados requerían mucha menos morfina (en proporción 1:3) que los ciudadanos. Beecher argumenta que aunque el daño orgánico, como una amputación, pueda ser el mismo, la experiencia dolorosa es completamente diferente entre ambos grupos.
El poder de las emociones y su influencia en la recuperación de lesiones es incuestionable
Para los soldados supondría la vuelta a casa, si no sano, al menos a salvo, e incluso reconocimiento social como herido de guerra; mientras que para los ciudadanos esto podía suponer el final de su actividad laboral con una importante repercusión económica y social. Esta diferencia implica que dicho evento significa algo muy distinto para uno u otro paciente y que los aspectos emocionales determinan que la experiencia de dolor será realmente diferente.2
Por otro lado encontramos la teoría multidimensional, según la cual en la percepción de dolor intervienen diversos factores (atención, pensamiento, sugestión, etc.) que modulan el estímulo doloroso y que hacen que la intensidad de la respuesta dolorosa no dependa sólo de la intensidad del estímulo.
Dolor, estrés emocional y cómo influyen nuestras emociones en la recuperación de las lesiones
Una de las principales diferencias entre el dolor agudo y el crónico es que en la segunda los factores cognitivos, emocionales, comportamentales y sociales influyen de manera decisiva en el mantenimiento del dolor.3
Para poder entender el dolor es importante tener en cuenta que el “estrés” es un sistema biológico que es activado por las lesiones físicas, infecciones o cualquier otra situación que amenace la homeostasis (el equilibrio orgánico del cuerpo), así como por una amenaza psicológica.
Cuando se produce una lesión, la información sensorial alerta rápidamente al cerebro y comienza la compleja secuencia de eventos que intentan restaurar la homeostasis. El cortisol es una hormona esencial para la supervivencia, puesto que es la responsable de producir y mantener altos los niveles de glucosa para dar una respuesta rápida después de una lesión, amenaza u otra emergencia.
Sin embargo, el cortisol es una sustancia potencialmente destructiva ya que para asegurar los altos niveles de glucosa, descompone las proteínas que componen el músculo e inhibe el recambio de calcio en el hueso. Por tanto la liberación mantenida de cortisol puede producir miopatía, debilidad, fatiga y una descalcificación ósea e incluso suprimir el sistema inmune y acelerar la degeneración neural.
Del mismo modo, las emociones negativas durante una lesión no hacen más que aumentar el estado de “estrés” del organismo aumentando los niveles de cortisol, lo que favorecerá la cronificación del dolor.
¿QUÉ PODEMOS HACER COMO FISIOTERAPEUTAS ANTE ESTO?
Como fisioterapeutas, en primer lugar debemos informar al paciente de forma adecuada sobre lo que le está sucediendo. La educación del paciente debe integrarse dentro de un programa de tratamiento como un elemento más de éste y no como forma de tratamiento en sí misma, puesto que la sola información no cambia conductas, pero sí puede favorecer la adherencia al tratamiento ya que el paciente entiende qué le sucede y qué soluciones se le pueden dar a su problema.
Sin lugar a dudas, las emociones influyen en la recuperación de lesiones.

Los pensamientos negativos, así como las conductas de miedo-evitación a las que estos conducen, son un peligroso círculo vicioso que deriva en atrofia muscular y en un aumento de ansiedad y depresión4 que debemos romper.
También es imprescindible hacer comprender al paciente que debe implicarse al 100% en su propio tratamiento: nosotros no curamos a nadie, solo marcamos el camino.
1.- Beecher, H.K. The relationship of significance of wound to pain experience. JAMA. 1956; 161:1609-13
2.-Choliz-Montañés, M. El dolor como experiencia multidimensional: la cualidad motivacional-afectiva. Ansiedad y Estrés. 1994; 0:77-88.
3.- Ordi, HG, Ramirez, M. P. C., Fernández, P. S., Morales, M. I. C. Abordaje multidisciplinar para la detección de la simulación en lumbalgia crónica. . Trauma. 2012; 23(3):145-54.
4.- Kovacs, F. Manejo clínico de la lumbalgia inespecífica. Semergen Med Fam. 2002; 28(1):1-3.
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